Edad recomendada: A partir de 3 años aproximadamente.

Este cuento nos presenta a Simón, un peque que desde siempre llora por todo. Tanto, tanto, que al final se termina ganando la etiqueta de «llorón». Ay, las etiquetas, qué injustas y qué peligrosas son … De esta forma, Simón, cansado de que le llamen de esa forma, decide no volver a llorar nunca más delante de la gente. Cada vez que se le cae una lágrima la mete en un bote que guarda debajo de la cama.

Y ¿sabéis qué pasó? Que todo da un vuelco para Simón. A partir de ese momento, su etiqueta de «llorón» cambia por la de «hombre hecho y derecho». Dónde va a parar, todo el mundo se siente tan orgulloso de él … hasta él mismo. Así de felices deben estar siempre todos. Siempre, siempre. De forma que cada vez que alguien se pone a llorar … Simón coge sus lágrimas y las mete en el bote. Al final, las termina recogiendo todas. Y, cómo no, se le plantea un problema: la gente no puede expresar lo que siente. Un bebé no puede llorar para decir que tiene hambre, por ejemplo. ¿Qué hacemos ahora? ¿Qué pasará cuando el mundo se quede sin lágrimas?

Las ilustraciones acompañan muy bien a la historia, de colores suaves y a la vez muy expresivas. El trasfondo me encanta, no solo en lo relativo a las etiquetas, que hay que ir desterrando de una vez por todas, sino para que los pequeños lectores comprendan la importancia de reconocer nuestras expresiones y expresarlas, dejarlas ir. También la tristeza. Ese simple gesto puede llevar a la felicidad.

En Youtube podéis encontrar el vídeocuento con facilidad y, por último, comentaros otra cosa: hay un juego oculto en cada una de las páginas del libro que la autora nos invita a descubrir.

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