#cuentosdeNavidad
Es una mañana de Navidad atípica, más propia de la primavera, sin rastro de nieve en las calles y un cielo poco nuboso donde los rayos de sol se cuelan sin ningún esfuerzo. La gente pasea, despreocupada, disfrutando de esos ansiados días para estar en familia, con amigos y volver a ver la vida con los ojos de un niño. La verdad es que la ocasión no se debe desaprovechar. Vivir en medio de toda esa magia que dicen que envuelve el mundo. Y todos contentos, más que eso, exultantes de felicidad. Bueno, no, todos no. Fijémonos en Ella.
Ella se muestra impertérrita ante el bullicio y la alegría que rebosa en los demás. Más bien, siente una ira capaz de desatar un terremoto o arrasar un pueblo entero con una lluvia torrencial. Ella le ha dado todo y él le ha fallado. Se ha aprovechado de ella, la ha maltratado. Lo soportó durante mucho tiempo pero un buen día, se acabó. Se volvió gris y oscura. Fría. Implacable. Él solo espera que no sea tarde. Amedrentado, se agacha ante ella y, antes de que sus dedos le rocen, ella ya nota su caricia, que encierra disculpas sinceras y mudas promesas. Siente cómo le reconforta el gesto, cómo una brizna de esperanza brota de entre toda su aridez. En ese diálogo mudo, él suplica al tiempo que se detenga, que ella vuelva a ser tan hermosa como antes. Tan llena de vida.
Quién sabe cómo acabará esto, estaréis pensando. Si acaso no es más que una historia de amor y desamor, otra de tantas. Pues sí, quién sabe. Pero mientras tanto, imaginemos a un hombre anciano postrado ante la Tierra, acariciando su superficie, arrepentido, deseando que sus descendientes vivan en un mundo limpio y libre de contaminación. Sus nietos aún son niños, pero este año ya han creado su propio árbol de Navidad con materiales reciclables, pues saben que los árboles artificiales son de plástico y contaminan, reutilizarán el papel de regalo y los lazos con los que encontrarán envueltos sus juguetes y, durante la tradicional Cabalgata de Reyes de su ciudad, cogerán caramelos con envoltorio biodegradable. Ahora leamos de nuevo este relato y pensemos que hay esperanza, que aún tenemos tiempo de aprender a cuidar el lugar donde tenemos que vivir. Y ante todo, lo más importante, por favor, sigamos creyendo siempre en la magia de la Navidad.
Qué bonito
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