“`Puedes hacerlo. Aguanta”, me suplica por última vez antes de soltar sus manos de la barcaza y ser engullida por el monstruo azul. Mamá tarda apenas dos segundos en desaparecer en medio de una nube de espuma, el mismo tiempo que mi cerebro tarda en comprender que se ha ido, mi corazón se rompe y de mis ojos brotan lágrimas de sal.
Me obligo a reaccionar. Aguantaría. Tenía que encontrar la puerta. Buscarle a Él. Mientras estábamos a la deriva, mamá me explicó bien cómo reconocerle; lo conseguiría. Una primera oleada me tira de la barca; una segunda, esta vez de miedo, me empuja hacia las profundidades del monstruo; es la tercera, el ansia de vivir, la que me hace salir a flote. Parpadeo, sacudiéndome el agua de los ojos. Creo enfocar una playa iluminada por la luna. Sonrío mientras me invade la inconsciencia.
Al despertar, mis ojos chocan con una chica que me toma el pulso. Dedico unos segundos a contemplar su mano, suave y blanca, en contraste con la aspereza de la mía, oscura y arrugada de salitre. Ella es… ¿Es Él?
Me contesta incorporándome, mientras señala algo a mi espalda. Una puerta. Un letrero dorado: I-N-M-I-G-R-A-C-I-O-N. No entiendo qué significa. ¿Está Él ahí?
Cruzo el umbral. Un hombre trajeado me sonríe, sentado ante una mesa atestada de papeles.
- Imagino que no me entiendes pero… estoy aquí para ayudarte. Es hora de volver a empezar.– Alza una mano invitándome a tomar asiento.- Confía en mí, soy tu abogado.
#Micropuerta #Sweek #Microrrelatos2018
MUY BUENO
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