#Microllave

A ella le apasiona el mar. ¿Que cómo es su vida? Tranquila, plácida. Rutinaria. Sí, eso es. Le gusta saber qué tiene que hacer mañana. Eso no es malo ¿Verdad? Evoca emocionada las visitas al vicario de la parroquia antes de la boda. Estaban tan enamorados…Bien ¿Por dónde iba? ¿Que su hijo sea un «niño maleta»? No, no. Ni hablar.

A él le gusta la montaña. Vivir aventuras de final impredecible cargado solo con una mochila al hombro. Decididamente son incompatibles. Solo pregunta por el baremo para determinar la pensión. La custodia para ella, él quiere colaborar. No piensa ponerle problemas.

El juez, con rictus serio y ojos entornados, se balancea en su asiento como en un columpio; bocas que no piensan. Adelante. Manos que piden, más de lo que dan. Atrás. Parece ajeno al ritmo de la conversación, aunque yo sé que no es así. Después de llevar varios años ejerciendo como abogado de familia le conozco bien. Por fin parece salir de su mutismo y levanta la mano pidiendo silencio. Todavía queda alguien por hablar.

• Me gusta…-Una voz titubeante, aguda, propia de sus doce años de edad, inunda la habitación. Su mirada, menos vacilante, se clava en el juez, consciente de que es él quien tiene la llave de su futuro.- El mar. También la montaña.

Prosigue un silencio de lo más elocuente. Lo mucho que se puede decir con apenas unas palabras.

Relato participante en #Sweek #Microllave #Microrrelatos2018