Todo cambió para mí aquella noche. Aquella en la que se abrieron las puertas de mi infierno.
Hasta entonces, yo me perdía en tu mirada; tú eras la única persona capaz de hacerme realmente feliz.
Únicamente nos preocupaban cuántos sueños nos quedaban por cumplir o cómo hacer más placenteras nuestras noches. Hasta que…
Nos invadió la rutina.
Empezaste quejándote de lo absorbente que era mi trabajo. Desde el principio sabías lo duro que es ser policía, aún más si eres mujer.
Terminaste amenazando con marcharte. ¿Por qué no lo hiciste antes? Nada de esto hubiera ocurrido.
No recuerdo mucho de aquella noche: gritos. Más gritos. Oscuridad.
Después de la discusión, sé que arranqué el coche y conduje bajo la lluvia. Para salir de allí. Para no volver.
Pero no. Volví a casa. Lloré durante horas hasta quedarme dormida de puro agotamiento, pensando qué iba a decirle a las niñas.
¿Por qué lo hiciste? Me lo pregunto una y otra vez. ¿Por qué lo hiciste?
Como todos los días, desde hace un año, estoy de pie junto a la ventana, contemplando nuestro jardín.
En la radio dicen que solo es cuestión de horas. Se acerca la tormenta. La lluvia anegará nuestro jardín, removiendo nuestro pasado.
Me viene a la mente tu rostro apagado, tu mirada vacía. ¿Darán contigo? Ahora no lo permitiré. Debo ahondar en el asunto. Sin más remedio.
¡Ja! Me (auto)felicito por mi ocurrente juego de palabras camino al garaje. ¿Qué venía a buscar? ¡Qué cabeza!
¡Ah sí, claro! Necesito la pala. Tengo que desenterrarte. Debo darme prisa. Cada vez está más cerca la tormenta.
ME GUSTA. UN SALUDO
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias! Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona