Cuando por fin he asumido el no poder moverme libremente, cuando he conseguido disfrutar los baños en este mar de agua templada que me rodea (mejor dicho, me invade), cuando mis ojos se han acostumbrado a los tonos rojizos y púrpuras…Ahora, justo ahora. Cuando me había resignado. Es hora de irme.
Me deslizo sigilosamente por el oscuro pasillo que se abre ante mí, caminando despacio, casi arrastrando las piernas. Me parece oír a alguien llamándome. Debo darme prisa. Despuntan los primeros destellos de luz en las paredes del túnel por lo que sé que el final está cerca. Por un momento dudo en seguir avanzando, me entristece dejar esto atrás. Al fin y al cabo es lo único que conozco.
Pienso cómo será el olor a hierba fresca y un cielo despejado que se coloree con el crepúsculo; ansío ver brillar el fuego hasta quedar reducido a cenizas de un pálido gris, así que sí, voy a hacerlo. Aprovecho una riada torrencial repentina y, cerrando los ojos con fuerza, me dejo llevar. Me invade una oleada de euforia y de repente noto en mi piel una extraña sensación de aridez. Una luz brillante,agradable, incluso estimulante, intenta colarse entre mis párpados. Lo he conseguido. Es más, ahora tengo la sensación de haberlo hecho en un santiamén. He pasado al otro lado. Hola mundo.